Cientos de vecinos y visitantes acudieron a rememorar una tradición milenaria, que se remonta al siglo XI y que sigue siendo posible gracias al esfuerzo de la Cofradía de la Virgen de la Peña y de la Asociación de Gigantes y Cabezudos, así como al apoyo del Ayuntamiento de Brihuega.
Personajes como Groucho, la Vieja, el Marinero, el Demonio, el Toro, el Chino o el Lobo, que están grabados en la memoria de todos los briocenses, recorrieron las perfumadas calles de Brihuega, adornadas con una alfombra de aromático espliego, para hacer las delicias de niños y mayores persiguiéndoles en interminables carreras, con permiso del calor.
“Impresionante y emocionante la cantidad de vecinos que hemos acompañado hoy la Procesión de la cera en su primer año como Fiesta de Interés Turístico Regional”, manifestaba el alcalde, Luis Viejo, que destacó «la importancia de esta tradición milenaria, patrimonio inmaterial de Brihuega y seña de identidad de nuestras fiestas junto al tradicional Encierro del 16 de agosto«. Junto a él acudieron el delegado de Agricultura, Santos López, y Marco Antonio Campos, Diputado Provincial de Cultura y tradiciones; también los concejales del equipo de Gobierno Teresa Valdehita, Javier del Molino, Susana Rodríguez, Rebeca Cepero, Marcos Pacheco y David Millano; y de la Corporación, así como el diputado nacional Antonio Román, entre otras personalidades.
Viejo agradeció a la Junta de Comunidades su consideración como Fiesta de Interés Turístico
Regional, “que ha redundado en una mayor afluencia de visitantes, que quieren descubrir la esencia de nuestra cultura a través de una tradición que nos remonta a la Edad Media a través de nuestro casco histórico medieval”.
La procesión
Durante la procesión, las autoridades locales comparten camino con la banda de música y la Cofradía de la Virgen de la Peña y junto a ellos procesionan también los gigantes y cabezudos, que con sus varas de mimbre hacen correr a los niños y niñas de la localidad.
Cada miembro de la Cofradía lleva en su mano un ramo de espliego y una vela apagada, junto con el cetro del cargo que ostentan dentro de la directiva de la Cofradía. El origen de esta peculiar procesión se remonta a la Edad Media, según marca la tradición, al periodo posterior a la aparición de la Virgen a la infanta Elima, hija del rey Al-Mamún, cuando se determinó llevar en procesión la imagen hasta la ermita de Santa Ana, ubicada a unos cuatro kilómetros de Brihuega.
Para la procesión, los fieles compraron a un comerciante judío unos hachones de cera y acordaron, en el trato de la compraventa, pagar únicamente la cera consumida durante la procesión, por lo que pesaron los hachones antes de partir con el compromiso de hacer lo propio a la vuelta, para determinar la cantidad a pagar.
Después de unas horas de procesión, y pese a que los hachones habían estado encendidos durante las horas que duró el desfile procesional, la tradición dice que los hachones no habían consumido ni un gramo de cera.