A veces, ojalá fuera siempre, sentimos la necesidad de identificarnos como un pueblo, como una comunidad viva, en la que la participación activa de los vecinos y un objetivo común, son el misterio que acaba desencadenando, en cada uno de nosotros, el afán de superación y el sentido que tiene el trabajo comunitario, tan necesarios para que un pueblo prospere.
Siempre me he sentido muy orgulloso de pertenecer a esta tierra, nunca, jamás, podría decir quién soy si no es a través de ella. Quien me conoce por primera vez, me conoce a través de mi pueblo y el sentimiento de amor hacia esta tierra que sólo se pertenece a sí misma. No olvidemos nunca que el orgullo de sentirnos briocenses no nos pertenece, sino que es un regalo que nos concede esta tierra que ha aprendido, sola, a hacer de la adversidad un campo límpido y de los momentos difíciles una nueva oportunidad.
Debemos sentirnos orgullosos de quienes somos, pero sin olvidar la responsabilidad que ello conlleva. Sólo podemos tener un pueblo mejor, haciendo de la responsabilidad personal un ejemplo diario, cuidando y amando esta tierra que nos acoge a todos y que pide solo, a cambio, un poco de amor.